jueves, 14 de agosto de 2014

El enemigo, crónica de una espera

Es difícil escribir sobre “El enemigo, crónica de una espera” porque anticipando de qué trata se comete el riesgo de dar demasiada información y arruinarle al espectador/a la sorpresa cuando la obra da un giro argumental inesperado.



En términos generales esta pieza teatral aborda el lado más oscuro de la especie humana en el que el peor enemigo está a veces más cerca de lo que uno/a cree. La genialidad está en cómo para comunicar esto, “El enemigo” atrapa a quien está mirando y lo/la arrastra por sensaciones contrapuestas.

Argumentalmente la obra es consistente. Los hechos se articulan uno con otro como si fueran los engranajes de una máquina. No hay dudas sobre qué sucede ni da lugar a interpretaciones muy diversas. Si bien nada es lo que a simple vista parece, el argumento se entiende y tiene un cierre perfecto.



Al principio nos sumergimos en la trama por medio de la risa a carcajadas: un sujeto insoportable y verborrágico, Textor Texel, pretende entablar una conversación con otro que está esperando que arribe su vuelo. El viajero -un hombre de negocios- no tienen ninguna intención de conversar con Textor pero este se empecina en mantener un diálogo. ‘Está claro que hablar no está prohibido’, le dice. Y le advierte que el único modo de no tener que escucharlo, es hablar él.

Textor Texel es realmente insoportable, pero logra generar empatía en el público. Este personaje nos da risa relatando sucesos que en otro contexto nos horrorizarían. Es un personaje que genera sentimientos encontrados: de la ternura a la repulsión pasando por el suspenso, la duda y el temor.



“El enemigo” nos lleva de la risa al desconcierto pasando por un gris de emociones diversas. Por eso es difícil de encasillarla dentro de un género. Alguien la definió como una comedia negra y tal vez sea esta la clasificación más apropiada para esta obra que fusiona el humor y el drama de un modo tan particular e interesante.

Las interpretaciones de Pablo Donato y Gustavo Azar, quienes también dirigen la obra, son excelentes. Mantienen al espectador/a alerta todo el tiempo, intentando resolver qué pasa entre estos dos hombres y qué es lo que pretende Textor Texel de su víctima.



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Texto: María Pía Borja
Fotos: Claudio Borja

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